lunes, 9 de noviembre de 2015

El dolor del alivio.

¿Te has sentado por largo rato en un piso donde hay piedras?

Aunque habías dejado de sentirlo, te levantas y sientes el dolor de haber estado allí. 

Hoy te dejo. Y siento el dolor del alivio. 

martes, 3 de noviembre de 2015

Dispersa.

En la mañana desperté y leí un "algo" sobre la gente dispersa, no sé si era de un libro o qué, me lo enviaron por correo.
Nunca creí reflejarme, sé que soy distraída, pero no había pensado en ser dispersa.

El punto es que ni siquiera sabía lo que implicaba.
Odio este tipo de cosas psicológicas que la gente lee para justificarse o porque quieren depender a un tipo de gente.
Pero para desgracia mía me encontré en cada letra, punto y espacio de esto.

Es horrible, nunca puedes hacer nada en concreto, sobresalir por algo, especializarte en algo. Quieres un poco de todo. Quieres pintar pero no ser pintora, tocar algún instrumento pero no leer un pentagrama, aprender aquello pero no hasta obtener un diploma.

La gente me tiene como una persona culta y muy inteligente; cuando lo dicen, por dentro me enredo, por fuera agradezco, pero me aterra que vean que no. Yo para mí soy inútil. Me siento inútil para todo lo que quiera hacer. Y es que precisamente he picado de todo un poco toda la vida pero nunca hago nada, nunca culmino, nunca destaco.

He pintado, tocado, fotografiado, escrito, corrido... Y en todo escucho los "deberías especializarte eso, tienes talento" y entonces corro y hago otra cosa para no creerme que puedo hacerlo. Si empiezo algo debo terminarlo ese día o al día siguiente me aburre y lo odio. 

Espero algún día aterrizar algo sin el temor de ser buena en eso. 

lunes, 9 de febrero de 2015

Te odio, te odio con todo el amor de mi corazón.

Ojalá

Ojalá todo para ti; ojalá llores todo el día hasta que no te queden lágrimas. Ojalá busques agua y no te pase por la garganta. Ojalá sientas que te secas. Ojalá te despierte a media noche tu propio llanto y te dé sueño y no te deje dormir. Ojalá te duela el estómago y sientas que te consumes por dentro. Ojalá me pienses cada segundo, cada respiro, cada parpadeo. Ojalá te duela y te duela mucho, en la cabeza, en el cuerpo en el hueco del corazón. 
Ojalá sientas tanto frío que empieces a sudar. Ojalá te falte el aire y mires que el techo se aleja de ti. Ojalá tengas que fingir que no te pasa nada aunque no puedas ni abrir los ojos. Ojalá te veas forzado a reír. A comer, a no vomitar. Ojalá te duela y te duela mucho. Ojalá sientas odio. Ojalá se te sequen las palabras y se te mojen los papeles. Ojalá tengas que pedir lágrimas prestadas.
Ojalá no te pase nada de esto, porque duele, duele mucho y no tengo ni fuerzas de deseárselo a nadie.  

domingo, 9 de noviembre de 2014

Abén

Canto bélico de sol naciente. 
Confindimos su duelo con alegría. 
Te ahuyentó de los vivos y presentó a los muertos. 
Te sentaste a mi lado y desayunamos la despedida sin saberlo. 
Se sentó a mi lado tu ausencia que a la noche esperaba. 
Las palabras dijeron un adiós que el corazón no presentía. 
Te han llevado, arrugas fieles y cabellos blancos. 
Te han llevado, voz ronca, manos vacías. Que la soledad te rodeaba en la viudez de tu mirada. Que el trabajo de tu fuerza se encogió de madrugada. 
Te han anochecido, sol anciano. 

Y tus cantos alcanzaron ya al alba.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Páginas diarias

A veces voy caminando cualquier día y me narro a mí misma lo que hago.

«Tomé el autobús. No tenía ganas de hacer o ver a nadie. Las lágrimas eran incontenibles, una tristeza casi palpable. 
Me senté en el asiento que queda frente a la puerta para bajar. Recargué la cabeza en la ventana hacia la izquierda escondiendo mi rostro de los pasajeros. 
Una señora se sentó junto a mí, traía una bebé. Era morena y tenía vestidos indígenas. Creo que platicaba con la señora adelante.»

Es como preparar la narración por si llegara a pasar algo emocionante que quisiera contar o guardar para mí por escrito. 

«Volví la cabeza hacia la ventana, lo más inclinada posible. Se me salían suspiros cortos y rápidos que empañaban el vidrio. Intenté que mis ojos se tragaran las lágrimas pero al fin salieron.
Sentí que algo rozaba mi brazo. Algo suave y pequeño.»

También espero que al irlo narrando, encuentre algo más especial en lo cotidiano, o por el sólo hecho, pase algo emocionante.

«Sequé la lágrima rápido y volteé a ver mi brazo. Una mano, una pequeñísima mano como de siete centímetros estaba extendida sobre él. La observé, seguí con la mirada el bracito hasta que llegué a la mirada de la bebé. Unos labios con un ligero puchero. Nariz pequeñita y unos ojos negros que me miraban fijamente.»

A veces sí pasa algo importante y olvido llegar a escribir.

«No apartó su mirada de la mía ni yo de la suya. De alguna forma parecía que a su escaso año de edad, comprendía el dolor detrás de una lágrima. Arqueó las cejas y comenzó a sobar mi brazo. Tomé su mano y apretó la mía mientras su mirada intentaba consolarme.
Me acomodó la pulsera y se acomodó en los brazos de su mamá. Habría sido pecado esconderle a ella mi dolor, se lo dije todo, todo con la mirada, y me sobó todo con su pequeña mano.»

Y es que nunca he escrito un diario.

«Pedí permiso, y la señora se hizo a un lado y pasé hacia la puerta, volteé a ver a la niña quién yacía bien acomodada entre los brazos de su mamá, aparentando no haber oído nada. Me guardará el secreto.  Sonreí y me bajé del autobús.»

lunes, 18 de noviembre de 2013

Sé que ya no sé.

Sé de tormentas de agua sedienta.
Sé de ríos secos que no llegan a sus destinos.
Sé de canciones que no se han oído.
Sé de adioses, de saludos. 
De suspiros que llegaron del norte y al tocar los delicados pies de la montañas dejaron de ser.
Sé de noches cuyo insomnio cayó dormido seducido por la luna.
De hielos secos, de sequedades húmedas. De cielos nublados, despejados e indecisos. 
Sé, de los niños, las causas de su reír las penas de su llorar. De los viejos las arrugas y sus canas como nubes en el cielo anciano. 
Sé de poemas, de relatos, de tinta y papel en blanco.

Pero una cosa no sé: Aquella tormenta que creaste sin agua. Ese río que causaste bajara por mis mejillas. Esa canción que no me escribiste. Ese suspiro que no confesaste. Ese insomnio que no arrullaste. Ese hielo en que te volviste, esa nube de tinieblas. Los niños que raptaste en mí, sin saber llorar sin saber reír. Las arrugas del conocimiento que hiciste vano en mí. Los poemas, los relatos, la tinta escurriendo sobre el papel. 
Me dejas esto que no conocía,  ¿Y qué llevas para ti?